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El niño Jesús era de raza aria

¿Cómo festejaban la navidad los seguidores de Hitler?

Adolf Hitler modificó la Navidad en Alemania. (Dibujo: NOVA)

Es posible que hoy estés pasando el día en familia en una fecha marcada por las diferentes tradiciones que envuelven al concepto de la Navidad. Una festividad que hubiera sido muy diferente de ganar la guerra los alemanes. Entre otros, Santa Claus y el arbolito navideño habrían dejado paso a Odín y las esvásticas.

Cuando los nazis tomaron Alemania estas fiestas sufrieron una profunda mutación. Han pasado casi 70 años desde que los alemanes celebraran su última navidad del Tercer Reich, aunque la historia ha guardado “postales” y registros sobre los elaborados métodos de propaganda ideados por los nazis en su campaña para sacar a Cristo de la festividad. El niño Jesús era judío y el cristianismo una religión oriental, todo un problema y una provocación para los nazis.

Dicen los libros de historia que las primeras celebraciones nazis de la Navidad datan de principios de 1920, momento en el que Adolf Hitler realizó un discurso en una cervecería de Munich ante la atenta mirada de 4.000 partidarios. Ese día, quienes asistieron al establecimiento recuerdan perfectamente lo que se vivió. Una masa rendida aplaudiendo sin cesar ante la oratoria de un hombre que dijo algo así: “Tenemos que condenar a los judíos, unos cobardes por romper el carácter libertador del mundo a través de la cruz. Desde aquí juro que no descansaré hasta que los judíos queden postrados y aniquilados bajo tierra”.

Cuando Hitler terminó los cuatro mil congregados brindaron para luego dar paso a la fiesta. Entonces la multitud comenzó a cantar villancicos junto a himnos nacionalistas alrededor de un árbol de navidad. Pero a partir de la toma de poder de los nazis en 1933 la Navidad pasó a ser otra cosa. Inicialmente los ideólogos nazis trataron de rechazar todas y cada una de las largas tradiciones que existían en Alemania.

Y es que el cristianismo había sido durante mucho tiempo la fe principal de los pueblos germánicos, y el festival cristiano más popular del año no encajaba con su ideología. Entre 1933 y 1945 los nazis buscaron transformar la conciencia subjetiva del pueblo alemán -sus actitudes, valores y mentalidad- en una comunidad nacional obediente a la doctrina nazi. Dicho de otra forma, se buscaba destruir el cristianismo en Alemania, y a poder ser, sustituirlo por el antiguo paganismo de los primeros dioses germánicos.

Así fue como el régimen comenzó a explotar esta idea tan pronto como tomaron el poder. Los ideólogos del partido escribieron folletos donde demandaban que el elemento cristiano de la festividad no era otra cosa que un intento manipulado por parte de la iglesia para exaltar las viejas tradiciones.

La víspera de la Navidad, según los nazis, no tenía nada que ver con Cristo, sino que realmente era la fecha del solsticio de invierno, espacio para celebrar las fiestas de Yule de los pueblos nórdicos, “la noche santa en la que renació el sol”. De hecho afirmaban que la esvástica era un antiguo símbolo del sol que representaba la lucha del Gran Reich alemán. Incluso Santa Claus no dejaba de ser una burda reinvención del bautizado como dios nórdico germánico Odín.

En este sentido tuvo un papel importante el líder de las SS, Heinrich Himler. El hombre tomaría enseñanzas esotéricas con las que darle un carácter a la organización, la cual que se convertiría en Orden de hombres nórdicos.

De esta forma, todos los miembros de las SS se debían casar y bautizar a sus hijos en ceremonias que suplantaban los ritos cristianos, y lo mismo se aplicó con las festividades como la Navidad, ahora por fiestas paganas.

La Navidad pasó a ser Jullefest o Fiesta del solsticio de invierno, momento para la reunión con grandes banquetes a la luz de las velas para evocar los ritos tribales germanos. No sólo eso, Himmler también se encargó de reescribir los villancicos eliminando cualquier rastro sobre referencias religiosas.

Un ejemplo de ello fue la modificación que sufrió la letra de Silent Night, en la versión nazi no había rastro de Dios, Cristo o religión alguna. Lo mismo ocurrió con For unto us a child is born, modificada a Unto us a time has come para eliminar las referencias al niño Jesús.

Los carteles y anuncios de Navidad cambiaron para representar a Odín como el hombre del solsticio montado en un caballo blanco y luciendo una gruesa barba gris, sombrero y saco lleno de regalos. El pesebre, otro símbolo de la festividad, fue sustituido por un jardín de Navidad con ciervos y conejos de juguete de madera; María y el niño Jesús eran rubio platino, de marcado carácter ario.

El árbol de Navidad tampoco pasó por alto y además fue un problema. En primer lugar pensaron en eliminarlo, pero estaba tan arraigado a la cultura alemana que decidieron dejarlo, auque esforzándose por cambiarle su significado. Según se leía en la propaganda nazi escrita por Friedrich Rehm en 1937: “Un símbolo sin el cual no nos podemos imaginar una fiesta alemana de Navidad es, sin duda, el árbol. Siempre verde, decorado con velas, manzanas o nueces, se ha convertido en la esencia de nuestras costumbres navideñas. Para nosotros resulta tan inimaginable que la fiesta de Navidad tenga un profundo contenido relacionado con una religión surgida en el Oriente como que un abeto alemán pueda tener algo que ver con el pesebre en el portal de Belén”.

Los nombres tradicionales del árbol (Christbaum o Weihnachtsbaum) fueron renombrados, pero con la estrella que lo acompañaba tuvieron más problemas. La estrella de seis puntas era judía y la de 5 representaba a la Unión Soviética. ¿Qué hicieron? La estrella que acompaña al árbol fue sustituida por una esvástica, mismo símbolo con el que se decoraban las luces del mismo. Esta etapa de esplendor nazi navideño estuvo marcada por el intento de eliminar la asociación de la venida de Jesús y reemplazarla en el colectivo popular por la venida de Hitler, conocido en las fiestas como el Mesías.

Los juguetes también formaron parte importante de estas Navidades nazis. Los catálogos de las tiendas sólo ofrecían esta nueva versión, marcada por la creación de figuras de chocolate de los soldados de las SS, caramelos de ideología nazi y maquinaría y armamento militar nazi (tanques, ametralladoras o aviones) de juguete.

Hasta las comidas se vieron afectadas en un intento por olvidar las fiestas anteriores. A las amas de casa se les pedía que hornearan para la ocasión galletas en forma de esvásticas para sus hijos.

Otro elemento renovador de las navidades nazis fue la inclusión del Julleuchter (Candelabro de Yule). En esencia se trataba de un candelabro de arcilla decorado con runas germánicas que Himmler había ordenado producir a los presos de los campos de concentración. Su fin: un regalo de navidad para los miembros fieles de las SS.

Y así pasaron los años. Si bien los nazis mantuvieron este espíritu renovador, sus intentos por eliminar a Cristo de la Navidad se vieron cada vez más eclipsados por el esfuerzo que requería la propia guerra que se libraba.

Llegó un punto en el que la propia festividad pasó a convertirse en un esfuerzo por enviar regalos a las tropas en el frente. Llegados al final de la guerra los nazis habían tratado de convertir la Navidad en una ceremonia de duelo por los caídos, pero para aquel entonces la gran mayoría ya había vuelto a las antiguas tradiciones.

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