La historia viviente
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El vándalo Genserico y el saqueo a Roma

El día que los vándalos saquearon Roma.

El 2 de junio de 455 los vándalos al mando de Genserico saquearon Roma. Geiserish, más conocido como Genserico, fue un rey germano que hizo correr la palabra “vándalo” como sinónimo de “barbaro”, debido a que en el medio siglo que se mantuvo al frente de su pueblo lo transformó de una tribu errante a una potencia mediterránea.

Genserico nació cerca de Budapest. Los vándalos provenían del báltico y migraron con otros pueblos germánicos hacia tierras más cálidas hasta toparse con los limes imperiales de Roma. Genserico, gracias a la influencia de su madre, que no era germana, no era alto y rubio sino más bien mediterráneo, moreno de pelo y piel y no muy alto

En la primavera del 429, Genserico organizó la mayor operación naval no romana de la antigüedad tardía, embarcando a 80.000 personas – de las cuales sólo 15.000 eran guerreros – en las costas de Carteia (Algeciras, actual España

En muy poco tiempo ocuparon la Mauritania romana (actual Marruecos) hasta llegar frente a los fuertes muros de Hippo Regius (Hipona, hoy Annaba, Argelia), ciudad que resistió catorce meses el asedio vándalo. Durante este cerco murió el obispo de la ciudad, Aurelio Augustino (San Agustín)

Un año después de tomar la ciudad, el emperador reconoció a Genserico como regente de la Diócesis y le concedió el título de Rex Vandalorum et Alanorum. La realidad es que la población estaba cansada de sus amos romanos a los que no conocían y de las algaradas de los barbari del desierto (de ahí deriva la palabra berebere) que saqueaban sus tierras. A los africanos no les resultó complicado aceptar a unos nuevos amos fuertes y belicosos viviendo una situación tan precaria.

En el 439 Genserico toma Cartago sin motivo alguno ni aviso previo y se incauta de la flota imperial que allí permanecía amarrada. Esto supuso un grave contratiempo a la deteriorada armada romana y truncó el equilibrio de poderes en el Mediterráneo Occidental.

En poco tiempo los vándalos aprendieron el oficio del mar y le arrebataron a Roma las islas de Córcega, Cerdeña, Sicilia y las Baleares. Además, esto supuso el corte de suministro de cereal africano a la Urbe, que a partir del 439 tuvo que comprárselo al nuevo señor de la feraz provincia de África.

En el 455 fue asesinado Valentiniano III. Con dicho magnicidio, el rey vándalo consideró vencido su pacto con el finado y fletó sus naves rumbo a Roma. El nuevo emperador, un aristócrata usurpador llamado Petronio Máximo, fue linchado por el pueblo cuando huía del Palatino cargado de tesoros ante la inminencia del ataque vándalo. Tres días después de este hecho los vándalos entraron en Roma. La ciudad fue saqueada durante dos semanas. El expolio fue tal que llegaron a desmontar el techo de oro del templo de Júpiter y no dejaron en pie ni una obra de arte, pero no las destrozaron sino que las llevaron a Cartago como obsequio para el obispo.

En un alarde de soberbia, el Papa León I, el mismo que ya había mediado años atrás con Atila, salio al encuentro de los vándalos, inerme y rodeado de su séquito, con intención de negociar con Genserico un armisticio que evitase su entrada en Roma.

El Sumo Pontífice no pudo evitar lo inevitable. León fracasó en su intento de conminar al rey vándalo y sólo consiguió que el pueblo no fuese violentado en exceso ni que la ciudad y sus basílicas fuesen incendiadas. Quizá en este descalabro pontificio comience la leyenda negra de los vándalos, fomentada desde entonces por la Iglesia. Sólo algunos ciudadanos fueron deportados a África

El botín fue cuantioso y, de nuevo, parte de la familia imperial formó parte de él. La emperatriz madre, Licinia Eudoxia la Mayor, la viuda de Valentiniano, y sus dos hijas, Placidia y Eudoxia la Menor, fueron conducidas como rehenes a África. Ésta última fue la elegida para ser desposada con el hijo y sucesor del rey, Hunerico.

Aquel concienzudo saqueo de la ciudad eterna supuso una nueva afrenta al moribundo Imperio de Occidente y su nueva religión universal. Genserico acababa de entrar por la puerta grande en la lista de indeseables del mundo católico romano.

El Imperio de Oriente se propuso vengar dicha afrenta en el año 468. La falta de previsión del general bizantino Basilisco sumada a una brillante argucia de Genserico usando botes incendiarios echaron a pique a la armada frente al cabo Bon (muy cerca de la actual Túnez), en uno de los mayores desastres navales romanos de la Historia.

Esta nueva humillación imperial condujo a uno de los éxitos diplomáticos más notorios del rey vándalo: la firma en el verano del 474 de la Paz Perpetua con la corte de Constantinopla, por la que el Imperio de Oriente reconoció la soberanía vándala sobre las Islas Baleares, Córcega, Cerdeña, Sicilia y el norte de África.

Confiscó muchos bienes de la Iglesia pues veía en ella una amenaza a su reino. Murió el 25 de Enero del 477. Le sucedió su hijo Hunerico.

Los vándalos en general, y Genserico en particular, han sido muy mal tratados por la historia. El término vandalismo, asociado a la violencia y brutalidad sin sentido, no es coetáneo de la Roma Imperial. Entró en uso a partir de la revolución francesa, pues lo gótico era épico y lo vándalo salvaje. Este apelativo no es justo: godos, hunos o incluso los refinados persas fueron mucho más crueles y despiadados con sus enemigos romanos.

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