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Decepcionado, exprofesor le mandó una carta

Horacio Cartes: buen alumno, mal presidente

Cartes recibió duras críticas de un exprofesor.

Francisco Oliveria y Silva no ahorró críticas para con su exalumno. Le dijo que no hizo nada de lo anunciado en su prometedor discurso inaugural y que la corrupción, la inseguridad, la falta de políticas en salud y educación sigue siendo la constante en el Paraguay.

Desilusionado, el docente resume en su carta lo que piensa hoy la gran mayoría de los que apoyaron la candidatura del empresario tabacalero.

A continuación la carta completa:

Querido ex alumno Horacio:

Soy Francisco Oliveira y Silva. Fui tu profesor de Psicología y Literatura en el colegio Goethe.

Te recuerdo como un adolescente más bien taciturno, pensativo y buen compañero.

Nunca hemos conversado sobre algún tema en especial, pero sé que seguías con interés mis clases.

Estudiabas mis materias, y te consideraba un buen alumno.

Recuerdo que siempre solía aconsejarles estudiar mucho, y dedicarse con responsabilidad al cumplimiento de sus deberes, porque "entre ustedes -les decía- se encuentran los futuros Ministros, los Legisladores y las autoridades del Paraguay, y hasta algún presidente de la república".

Y eso ocurrió.

Del estudiantado del colegio Goethe han salido Ministros de la talla de Germán Rojas, y otras autoridades de nuestro país. Ese amado Colegio ha sido siempre un semillero de notables personalidades.

Y a vos te tocó ser el Presidente de la República.

Esos pronósticos no eran profecías, sino deducciones del sentido común, porque era lógico suponer que los mejores estudiantes llegarían a ser personalidades importantes en nuestra sociedad.

Fue muy grande mi alegría cuando fuiste electo Presidente.

Me encantó tu discurso inaugural, porque en él mencionabas muchos proyectos indispensables para forjar la Patria Nueva con la que todos seguimos soñando, ya libre de las cadenas opresoras de la injusticia y de la pobreza, implacables látigos que la humillan y mancillan su dignidad y su resplandor de Patria libre y soberana.

Me emocioné cuando comenzaste a hablar invocando a Dios y a la Virgen de Caacupé, expresando tu dolor por la pobreza que tortura a tantos compatriotas, y tu decisión de propulsar el imperio de la justicia, y de los derechos a la educación, a la salud, a la seguridad, y al trabajo digno, anunciando tu firme decisión de no dejar que los marginales te marquen la hoja de ruta.

Muchos mandatarios dicen eso mismo en sus discursos, pero el énfasis expresivo que vos ponías en cada una de tus palabras, denotaba mucha sinceridad y la decisión innegociable de llevar a feliz término cada uno de esos propósitos, enriquecidos por la virtud del patriotismo que en ellos palpitaba.

Poco después declaraste: "No voy a desaprovechar esta gran oportunidad de progreso que tiene el país, quiero ser un Carlos Antonio López".

Y también: "Quiero paraguayos con becas, quiero la vuelta de los ferrocarriles, quiero que vuelva la honorabilidad, quiero que el patriotismo vuelva a sentirse en el corazón de los paraguayos, tengo la certeza de que se puede".

¡Todo un proyecto de vida!¡Todo un Programa de Gobierno!

Pero, desgraciadamente, las esperanzas que empezaron a brotar en nuestros corazones ante tan promisorios horizontes de un Paraguay soñado, se han ido diluyendo paulatinamente con el correr del tiempo, como si alguna fuerza desconocida y contraria a tu voluntad, estuviera poniendo frenos a tus altos propósitos patrióticos.

¿Qué está pasando, Horacio?

Solo vos podés responder, objetiva y honestamente, a esta pregunta.

No estoy seguro de que mis palabras hoy tengan para vos la misma importancia que tuvieron en tus años de estudiante del colegio Goethe. La vida nos va cambiando, y no pocas veces las personas cambian su filosofía y hasta sus valores.

Pero necesitaba escribirte esta carta.

Te soy sincero: en ningún momento pensé que podrías desilusionarnos como Mandatario.

Sin embargo la desilusión se hizo presente: comenzó a surgir el desaliento en millares de compatriotas que te hemos dado sin vacilar nuestro voto en las urnas, convencidos de que, por fin, surgía un paraguayo con valentía y fe en la Patria, decidido a imprimir ese Nuevo Rumbo al Paraguay.

Todos sabemos, inclusive vos mismo, que todavía no se logró casi nada de cuanto esperábamos alcanzar de tu desempeño como Presidente de la República.

Siguen rondando aterradores los fantasmas de la inseguridad, especialmente en el Norte, con sus secuelas de sangre y luto, el hambre y la pobreza; y nos aprietan el alma los tentáculos enormes de la corrupción inveterada, el decadente sistema de salud, y la ya casi inexistente educación paraguaya, ubicada hoy en su peor nivel, por citar solo algunos aspectos de nuestra sombría realidad.

Todo eso habla a las claras de que aún no estamos encontrando el rumbo como Nación: menos aún, el Nuevo Rumbo que nos prometiste.

Te quedan aún tres años de Gobierno. Todavía hay tiempo para generar esperanza, y para hacer florecer la posibilidad de volver a soñar con ese porvenir venturoso que nos merecemos los paraguayos.

Crece también mi fervoroso anhelo de que puedas dar ese golpe de timón, que te permita alcanzar los objetivos que te propusiste cuando el Pueblo te entregó el bastón presidencial.

Hago mías las palabras de tu mensaje del 16 de junio de 2013, Día del padre, a todos los padres del Paraguay. Dijiste:

"Los padres trazan el Nuevo Rumbo del Paraguay. Como padre de tres hijos, pido a Dios que nos dé la sabiduría a cada uno, para seguir sembrando en nuestros hijos lo mejor que queremos para el país".

Espero que vos, como padre de tantos compatriotas huérfanos ya de alegría, y carentes de todo, puedas lograr un feliz amanecer de prosperidad para todos ellos, brindándoles la oportunidad de imprimir de verdad un nuevo rumbo en sus vidas.

Y que podamos ver, emocionados, cómo levantas nuestra sagrada enseña tricolor, hasta el sitial que le corresponde en el concierto de las Naciones.

Te mando un fuerte abrazo:

Prof. Francisco Oliveira y Silva.

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