Turismo
Hidroeléctrica paraguayo-brasileño

Itaipú produce energía y atrae a turistas

Itaipú tiene una capacidad para generar energía para veinte ciudades de 2,5 millones de habitantes.

La hidroeléctrica de Itaipú es una gigantesca obra de ingeniería que además de producir energía eléctrica constituye uno de los principales atractivos turísticos de la frontera entre Argentina, Brasil y Paraguay. La más grande hidroeléctrica del mundo en funcionamiento es una represa de ocho kilómetros de longitud y casi 200 metros de altura situada cerca de las famosas cataratas del Iguazú.

Para tener una idea de la magnitud de la obra, que en su punto álgido llegó a tener 40.000 trabajadores, empleó tanto hormigón como para construir 210 estadios como el mítico de Maracaná o tanto acero como para 380 torres Eiffel.

Considerada por la Sociedad Americana de Ingeniería una de las “siete maravillas del mundo moderno”, Itaipú tiene una capacidad para generar energía para veinte ciudades de 2,5 millones de habitantes.

A Paraguay le corresponde la mitad de la energía producida, pero no consume más de un 10% del total en abastecer más del 90% de su mercado, por lo que revende “a precio de costo” el resto a Brasil, país que la emplea para completar el 20% de su demanda.

Inspirada en una catedral, la construcción de Itaipú se constituyó en un tratado en 1973 y dispone de su propia catarata artificial, ya que por la estructura conocida como “el vertedero” caen millones de metros cúbicos de agua por segundo, un volumen unas cuarenta veces superior a la media de las cataratas del Iguazú.

Ese espectacular salto, que en realidad sirve para regular el caudal del río Paraná en su camino hacia Argentina, se ha convertido en un auténtico icono turístico, una postal que ha atraído ya a más de 15 millones de turistas.

Alberto de Araújo, uno de los tres supervisores que Brasil tiene en la “sala de despacho de carga”, la auténtica “torre de control” de la central, explicó a Efe cómo desde allí regula la salida de agua y la generación de energía “en tiempo real”.

“Aquí decimos que tenemos las espaldas más famosas de Brasil”, dice Araújo al referirse a la sala en la que trabaja, de cara a un gran panel con indescifrables informaciones pero que ha sido muchas veces filmada y fotografiada por los medios de comunicación.

Sobre las gigantescas turbinas encargadas de generar la energía eléctrica, la sala no para de vibrar, casi como si circulara por las vías de un tren aunque “normalmente es mucho peor”, afirmó Araújo.

En la “torre de control”, sin ventanas, permanecen 24 horas al día los 365 días del año un ingeniero paraguayo y otro brasileño, cada uno de su lado de la frontera, que divide la instalación por la mitad en una casi obsesiva simetría.

A un lado y al otro del lecho del río, Brasil y Paraguay tienen el mismo número de trabajadores, el mismo número de plazas de aparcamiento, el mismo número de generadores de energía, como si ambas alas estuvieran separadas por un espejo.

Sin embargo, a pesar de tanto rigor en el equilibrio, una cuestión más bien política, la separación no pasa de una línea imaginaria, ya que en Itaipú trabajan en armonía brasileños y paraguayos para la misma empresa binacional.

Hasta la central, situada a pocos kilómetros de las ciudades de Foz do Iguazú (Brasil), Ciudad del Este (Paraguay) y Puerto Iguazú (Argentina), se acercan diariamente unos 1.500 turistas, número que puede doblarse en fines de semana que coinciden con festivos.

Todos llegan atraídos por los espectaculares paisajes que ofrece la obra, donde uno de los principales atractivos es un paseo en un barco catamarán por el lago formado por la represa.

Sin embargo, el plato fuerte llega las noches de los viernes y sábados cuando la enorme barrera aprovecha una parte de la energía que crea para iluminarse. Es tanta que sería suficiente para iluminar una ciudad de 15.000 habitantes.

El espectáculo comienza de repente, desde la oscuridad, y viene acompañado de una composición musical creada especialmente para la presentación.

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