Muchos paraguayos, campesinos humildes en su mayoría, esperaban que la máxima autoridad eclesial se pronunciara este último sábado sobre los sucesos del 15 de junio, pero Giménez, prefirió poner énfasis en el rol de la familia dentro de la sociedad e ignorar olímpicamente la Masacre.
Tampoco nada dijo sobre las constantes violaciones a los DDHH que comete el gobierno de Federico Franco ni sobre las brutales represiones (en una fueron víctimas alumnos de la Universidad Católica, un organismo con dependiente de la iglesia como) que sufren aquellos que salen a las calles a reclamar justicia.
Aunque tuvo tiempo para elogiar al trabajo de los autores de 7 Cajas, no creyó importante denunciar el terrible crimen del dirigente Vidal Vega (qué sin embargo mereció dos artículo en el periódico más influyente del mundo, el Washington Post).
La fiesta religiosa más importante del país, que concentra la atención de las familias más humildes, no se hizo eco de la situación que hoy estos viven cada día a lo largo y ancho del territorio nacional.
Giménez, no puede decir que no estaba al tanto de lo que sucedió en Curuguaty: la Plataforma de Estudios e Investigación de Conflictos Campesinos entregó de forma personal el Informe sobre la Masacre donde se aportan pruebas contundentes de las ejecuciones y torturas sufridas por los campesinos y el proceso inquisitorio que se les sigue a los detenidos.
La iglesia paraguaya, la misma que le pidió a Lugo que renunciara “para evitar el juicio político y el posible derramamiento de sangre”, y fue la primera en reconocer al gobierno de Franco como legítimo ha dejado de ser desde este sábado 8 de diciembre de 2012, la voz de los olvidados.
