Cultura
Momento literario

Para cuando yo no esté

Nunca me he imaginado como será mi sepelio.

Por Luís Luna León (*), desde México, especial para NOVA.

Nunca me he imaginado como será mi sepelio.

Sería interesante saber lo que sucederá ese día. En una tarde lluviosa o una mañana soleada. No lo sé. Pero sucederá en la fecha que allá arriba me marquen. Ni antes ni después. El reloj ya no caminará más para mí. Y juro que estarás ahí.

Y quiero confesarte que me carcome la duda en qué parte de la vida sucederá mi retiro. No sé si será pronto, pero sé que estarás conmigo. Y te veré ahí, parada ante un féretro que no me quedará exacto porque habrá un espacio vacío.

En el ayer quedarán los aromas de tu piel, de tu cabello y de tu alma. Pero el día de mí partida solo emanará el aroma de las flores, esas que muchas veces viste llegar a casa. Pero a diferencia del ayer que llevaba una tarjeta de amor para ti, hoy traen una gruesa banda con el nombre de quien me las envía.

Y a la distancia imagino la escena. Muchos de los que me aprecian estarán ahí. Algunos platican, otros callan. Pero todos, absolutamente todos piensan que ya no te veré. Y por primera vez nadie se equivoca conmigo. Ya no te veré jamás.

Y ese día quisiera convertirme en un vulgar ladrón para robarte las lágrimas y llorarlas por ti. Para no permitir la tristeza en tu rostro y en tu alma. ¿Sabes? me duele saber que te dolerá.

Y como sombras los veré caminar. Y no hablo de los que acudieron a mi último adiós. Me refiero a mis sueños, a mis ilusiones, a mi esperanza. Mi futuro camina en su andadera con su sonaja en la mano con la cara triste y balbuceando tú nombre. Apenas creciendo muere conmigo.

Sentado en el fondo del velatorio está mi pasado y a mi lado veo doblada a mi sonrisa, como la señal de un adiós que lastima y que al igual que todos, llora desconsolada.

Aún no puedo entender porque la vida es así, porque esperamos la partida para tratar de romper el pecho y gritar nuestros sentimientos.

Nuestro último suspiro es como ese silbato que anuncia la partida del barco, ese que nunca más regresará. Y es cuando tratamos de bajarnos de él para decir, para gritar, para volcar la voz con todas nuestras fuerzas y hacerle saber al ser amado cuanto lo amábamos. Pero las anclas ya se levantaron y las veletas ondean a la mar. Mi barco ya ha partido.

Y cuando eso pase, me llevaré los recuerdos de tu sonrisa, de tu mirada. El calor de los abrazos que miles de veces nos dimos. Las carreras que emprendíamos por toda la casa cuando el “señor tenazas” se apoderaba de mí para hacerte reír a carcajadas haciéndote cosquillas siendo niña.

Ya no saldremos a caminar juntos como en el ayer. Ya no me contarás lo destacada que estás en la escuela ni lo que piensas de la vida. Ya no pintaremos cuadernos acostados en el piso de la sala. Ya no te llevaré en brazos de la sala a tu cama mientras el sueño te venció. Ya no comeremos juntos. Ni nos tomaremos fotos chuscas. Ni estaré en aquellos festivales sentado en las gradas viendo como danzas cual ángel sin alas. Extrañaré tu voz.

Y es que solo un padre puede comprender lo que se siente cuando se tiene a una hija. Pero no hablo de tenerla como los animales para botarla al menor descuido. Hablo de tenerla, de sentirla suya, de dar la vida por ella. Hablo de protegerla sin importar nada. De querer nutrirle su corazón de felicidad y de alegría. De hacerla sonreír. Verla sonreír.

Y hoy con estas líneas quiero decirte que solo una cosa me preocupa.

Hoy quisiera saber si a mi partida, te dije cuanto te amaba. Quisiera saber si fui tu alegría, tu apoyo, tu amigo.

Quisiera saber si los miles TE AMO que te dije fueron suficientes para hacerte sentir amada. Quisiera saber si no quedaron palabras guardadas en mí. Quisiera saber si fui ejemplo, espejo y moral para ti. Si te dije lo orgulloso que estoy de ti. Y no me importa la edad que tengas cuando todo pase. En cualquiera de ellas estaré orgulloso de que tú seas mi hija.

Quisiera saber si te di los principios, las bases, las armas para enfrentarte a la vida y a las falsas sonrisas de los payasos sin circo, esos que sin duda acudirán a ti tratando de robarte una caricia que ni siquiera se merecen.

Y hoy quiero decirte que esto es lo que me duele. Quisiera pedirle tiempo al tiempo para estar contigo en los momentos más difíciles de tu vida para orientarte y apoyarte. Para brindarte un abrazo y un consejo. Para caminar a tu lado y entregarte al hombre que elijas como tu compañero de vida. Para limpiarte las lágrimas cuando en alguna ocasión el amor desgarre tu corazón. Para agarrar a golpes a la frustración evitando que se abrace de ti cuando la vida se empeñe en hacerte sentir mal o para llorar contigo de felicidad cuando llegue la maternidad en tu vida.

Hoy quisiera saberlo para tener la tranquilidad de que, cuando tu comprendas las cosas, sepas que te amo y te amaré como solo un padre ama a su hija. Para que sepas que todos

los días rezo una oración para que algún día llegues a perdonarme por aprender a ser padre contigo, pidiendo que algún día saques de tus recuerdos lo duro que fui.

Y hoy que te imagino ahí, frente a un féretro que no me queda exacto porque queda un espacio vacío, quisiera pedir que el dolor que sentirás se fuera conmigo.

Para que solo así, en esa brillosa caja acojinada, juntos se vayan mi cuerpo y tu dolor llenando ese espacio vació.

Pero mientras ese momento llega, mientras mi partida anuncia mi retiro, hoy que estoy aquí me dedicaré a amarte, a seguir haciendo de ti el pretexto perfecto para ser feliz, a continuar disfrutando tu presencia; para seguir siendo esa familia que tantas veces soñamos juntos, para que cuando yo acuda a la cita con mi destino yo me quede sin dudas, sabiendo que tú te quedas como hija recordando a quien la hizo feliz y yo como padre muera tranquilo.

(*) Cualquier comentario favor de escribir a luislunaleon@hotmail.com. O visite el espacio www.luislunaleon.blogspot.com

Lectores: 468

Envianos tu comentario