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NOVA en Ñacunday

Retrato de los líderes de una lucha desigual

Kiko Casco, Victoriano López y Federico Ayala, líderes Carperos. (Foto:NOVA)

Kiko Casco nos espera en el puente sobre el Rio Monday, en las afueras de Ciudad del Este. Son cerca de las ocho de la noche y vino solo. No oculta su entusiasmo ante la llegada de un periodista que dice venir para tratar de entenderlos y no para descalificarlos, como asegura hace la mayoría. “Alguien tiene que contar lo que realmente pasa en Ñacunday. La prensa muestra el momento en que nosotros enfrentamos a los colonos, pero no dicen ni muestran cuando los brasileros atravesaron dos camiones para evitar el paso de los encargados del amojonamiento, todos armados e incluso con matones contratados.”

Kiko tiene 36 años y seis hijos. Maneja rápido por el sinuoso camino rodeado de soja. “Acá la plata manda. Favero tiene comprado a todo el mudo. Jueces, intendentes, parlamentarios, hasta al vicepresidente tiene en su bolsillo. Pero nosotros vamos a pelear por nuestro país. Los brasileros no tienen la culpa, fueron los dirigentes de este país los que entregaron la soberanía. Nadie quiere la violencia, pero estamos cansados. Hicimos todos lo trámites legales correspondientes pero Favero traba todo con plata. Por eso si tenemos que enfrentarnos y morir vamos a hacerlo. Los brasileros pueden contratar matones y tener armas, nosotros tenemos machetes. Las balas se terminan, pero el machete no se termina” sentencia Kiko.

Un cascotazo le da de lleno en la garganta y alcanza al periodista de NOVA. “¿Viste? Dice Kiko. Esos son los brasileros. Conocen mi auto”

La agresión no lo conmueve y continúa su relato: “¿Porqué en vez de abrirnos causas a nosotros no vienen a allanar la finca que esta detrás de las carpas? Ahí hay una avioneta que entre las ocho y las doce de la noche hace cuatro viajes, todos los días, sacando marihuana y cocaína. Eso a nadie le importa, pero lo que hacen los Carperos sí”.

Kiko asegura que desde Pepe Duarte, el polémico intendente de Paranambú, hasta Rafael Jacobo, juez de Santa Rita, pasando por la fiscal Carmen Meza y la intendenta de Santa Rosa del Monday María Victoria Salinas, están comprados por Favero.

“Paraguay no se termina en San Bernardino” dice el dirigente Carpero, pero a nadie le interesa saber lo que pasa acá. Lo único que quieren los políticos es plata para su campaña. Nosotros no tenemos plata ¿a quién van a defender entonces?”

Un hombre desconfiado

Federico Ayala perdió su pierna derecha la madrugada del 3 de febrero de 1989. La noche del derrocamiento de Alfredo Stroessner, prestaba servicio en el regimiento Escolta Presidencial y una descarga le destrozó la pierna. Como tantos, jamás recibió una indemnización. “No teníamos idea de lo que pasaba. Nos dijeron que teníamos que defender el regimiento y eso hicimos”.

Cuando llegamos, Federico juega al truco con un grupo de Carperos. Su esposa Gladys está siempre cerca. La limitación física no le impide manejar su moto y ser uno de los Carperos más vigorosos, tanto al hablar como a la hora de trasladarse de un lado a otro. De todas maneras no es fácil dialogar con el. Evidentemente ha hecho de la desconfianza permanente un medio de supervivencia. Llegó a Ñacunday hace 11 años, y está dispuesto a llevar la lucha hasta las últimas consecuencias.

Retrato de un hombre cansado

Kiko Casco nos lleva junto a su líder. La escena es entre mística y surrealista. Victoriano López reza a oscuras junto a un pequeño número de hombres y mujeres. Me saluda. “Mejor venimos en un rato” dice Kiko. -¿Qué hacen? Le preguntamos. Kiko mira el cielo y responde: “Piden ayuda”.

Alrededor de las 11 de la noche nos sentamos frente a frente con el hombre más buscado del país. Luce cansado. “Duermo tres o cuatro horas por día” dice, antes de comenzar un afiebrado relato de la historia de Ñacunday y el porqué de su lucha.

López supo de la posibilidad de que estas tierras fueran públicas hace mucho tiempo, por su padre, por su abuelo y algunos amigos. A partir de ahí empezó una frenética y rigurosa investigación que hoy descansa en el baúl de su auto y es el principal sustento de su lucha. Esos documentos son su tesoro más preciado. “He invertido mucho en esto, mucho tiempo, mucho plata” Las cifras se disparan, habla de más de un millón de dólares.

¿De dónde salió ese dinero? Le preguntamos. “De mi trabajo” responde. López fue, entre otras cosas, pasador de mercaderías en la frontera. Con el dinero que junto se instaló en Ñacunday convencido de que las tierras que hoy explota el grupo Favero eran públicas. “Yo hice todo lo que tenía que hacer. Se agota el tiempo, se agotan los recursos, ya no puedo detener a la gente” dice.

López saca libros y mapas del baúl de su auto y explica por qué sostiene que estas tierras son públicas.

Confiesa que Favero llegó a ofrecerle 6 millones de dólares para que abandone la zona, pero que no aceptó. Por momentos da la sensación de que está obsesionado con esta tierra, por otros que es un idealista que efectivamente intenta recuperar parte del territorio paraguayo hoy en manos (y esto está fuera de discusión) de extranjeros.

“Voy a llamar a todos los campesinos del país para que vengan a Ñacunday. Vamos a ser 500 mil, un millón. Ñacunday va a se el principio de un cambio estructural en el Paraguay”.

Sin interrumpir el relato, extrae un revolver de su cintura y lo deja sobre la mesa. Mary (quién deducimos es su compañera) se acerca con una pastilla y un poco de agua. “Tuve un pre infarto hace dos meses” dice.

Le preguntamos si es un idealista, dice que no. ¿Un revolucionario? Tampoco. ¿Piensa que va ganar esta pelea? “Sí”. -¿Porque necesita creerlo para no bajar los brazos o porque realmente así será? “Porque así será”.

Durante las dos horas de charla da la sensación que es más lo que oculta que lo que cuenta: “Hay cosas que solamente yo sé, que a veces me duelen y a veces me dan rabia, que no te puedo contar”.

López por momentos se pone místico “Quién soy yo” se pregunta voz alta, y suelta una risa extraña, entre resignada y sorprendida. Quizás siente que fue demasiado lejos en esta lucha a todas luces desigual.

Todo el mundo se fue a dormir. Apenas quedamos NOVA, López y el jugo de marucuya (su preferido) que Mary le preparo.

El inmenso silencio de la noche invita a la reflexión. Y hay algo que esta claro: Hay mucha diferencia en pensar este conflicto desde Asunción o desde Ñacunday.

Al otro día pasaría algo que confirmaría esta trasnochada reflexión: mientras la enviada de Canal 9 a la zona anunciaba que la ocupación (en la TV utilizaron el término “invasión”) había comenzado, los supuestos ocupantes sorbían tereré y se mataban de la risa del informe televisivo, muy distendidos, debajo de sus carpas.

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