Peña escuchó desde la primera fila, pero al salir del santuario redujo su respuesta a generalidades. Aceptó que “no existe forma de maquillar” la situación sanitaria, aunque no ofreció explicaciones sobre el desabastecimiento ni sobre el déficit de profesionales que golpea al interior del país.

El mandatario defendió la construcción de nuevos hospitales, sin aclarar por qué los centros actuales no logran funcionar de manera adecuada, con filas interminables y demoras que afectan a miles de familias.

En cuanto a las críticas por corrupción, insistió en que se trata de “una carrera que nunca acaba”, citando medidas como la Ley de Integridad y el registro unificado, pero eludió hablar de las denuncias que salpican a figuras cercanas al oficialismo.

Tampoco respondió sobre las empresas proveedoras del Estado vinculadas a su entorno ni sobre la falta de transparencia en compras públicas y adjudicaciones de medicamentos, puntos marcados tanto por organizaciones civiles como por la Iglesia.

Su silencio contrastó con el mensaje firme de las homilías y reforzó la percepción de un Gobierno que admite problemas, pero evita profundizar en responsabilidades.