Por José Maria Quevedo
Es lo que falta para la elección. Si a Santi Peña le ofrecieran adelantar los comicios para el próximo domingo, aceptaría sin dudar. Payo rechazaría y trataría de estirar por lo menos un mes el evento. Crece a partir del desgaste de los candidatos de los partidos tradicionales, que en en cada intervención animan a participar a su votante potencial, ese que está harto de la política y sus actores, y tiene ganas contenidas de dar una golpe en la mesa y jugársela por un tipo que va contra ese sistema que reproduce desigualdad y privilegios.
Para tomar la decisión de adelantar, postergar o cumplir con los establecido, Efraín debería consultar con su equipo de campaña; Natalia, AJ, Marc y Ferchu. Y no me extrañaría que le pidiera opinión a Pedro Sánchez, Petro, Lula y el Pepe, que en su infinita sabiduría le respondería sin dudar “Querido amigo; en un país de héroes como el suyo, si usted quiere ser presidente, no puede hacer tantas preguntas ni depender de tanta gente”.
Pero claro, Efraín haría con el sabio consejo del Pepe lo que hace con todos los consejos y seguiría con su táctica de buscar apoyos notables en vez de votos concretos, esos que apenas son una cédula en la planilla, pero que deciden la elección.
Sin Capli en el escenario, el gran desafío es saber a quién le echará la culpa de la derrota (si la acepta). Ya Celeste Amarilla dió pistas y señaló a Euclides Acevedo, Payo Cubas y Chilavert que dijo pueden cargar sobre sus espaldas una derrota eventual de la Concertación “por no descabalgar”.
La responsabilidad de una derrota nunca es propia. Señalar a otros es cómodo y fácil. Anula la autocrítica y legitima cinco años de plagueos y autocomplacencia, tiempo necesario para construir el próximo fracaso con una dedicación y un convencimiento admirables.