Opinión
Geopolítica

Marruecos y España: Del recelo histórico al partenariado estratégico

Los reyes Felipe y Mohamed lV.

Por Fikri SOUSSAN

Hace más de tres décadas, Alfonso de la Serna escribía en el diario Abc sobre la compleja relación hispano-marroquí, anclada en la historia y en las emociones de dos pueblos que se miran con la fascinación del parecido y el peso de los desencuentros. Hoy, en 2025, es inevitable preguntarnos: ¿hemos cruzado ese umbral de desconfianza que entonces nos separaba o seguimos atrapados en las sombras de un pasado no resuelto?

La historia de Marruecos y España nunca ha sido una línea recta. Durante siglos, las dos orillas del Estrecho se han observado con una mezcla de recelo y reconocimiento mutuo. «Protectorado» fue la palabra que marcó el siglo XX, una figura jurídica que, más allá de sus tecnicismos, representaba una relación de dependencia e imposición. El legado de aquella etapa aún resuena en la memoria de muchos, tanto en España como en Marruecos, como una cicatriz que no se borra fácilmente.

Pero hoy, el mundo es otro. Marruecos ya no es ese país que, como describía De la Serna, debía pelear por su lugar en el tablero internacional. Su posición en África, su estabilidad en una región convulsa y su capacidad de liderazgo en asuntos migratorios, energéticos y de seguridad lo han convertido en un socio estratégico indispensable para Europa. El término «partenariado» define mejor el presente. Ya no se trata de una relación jerárquica, sino de intereses compartidos, de proyectos comunes y de una necesidad mutua de cooperación.

Sin embargo, el imaginario colectivo no cambia al mismo ritmo que la política y la economía. Todavía quedan vestigios de esa mirada torpe y simplista hacia Marruecos, que lo reduce a exotismo, amenaza o simple vecindad incómoda. En España, a menudo se le observa con el prisma del pasado, con una nostalgia mal entendida o con una reticencia a aceptar su papel como un actor clave en la escena global. En Marruecos, España también ha sido un fantasma recurrente, una referencia ineludible cargada de emociones encontradas. Pero si algo ha demostrado la historia es que la geografía impone su propia lógica: a catorce kilómetros de distancia, no hay espacio para la indiferencia.

Europa ya no puede permitirse un enfoque paternalista ni una política de distancias cómodas. Y Marruecos tampoco puede encasillarse en el papel de demandante perpetuo. La evolución de los vínculos entre ambos pasa por un entendimiento sincero y, sobre todo, práctico: menos discursos protocolarios y más hechos concretos. Inversión, formación, tecnología, investigación, energías renovables… El partenariado no debe quedarse en palabras bonitas sino traducirse en beneficios tangibles para ambas sociedades.

Como pedía Alfonso de la Serna, es momento de dejar atrás la distancia y la desconfianza para mirar a Marruecos con lucidez y sin prejuicios. La historia nos ha enseñado qué ocurre cuando impera el recelo; ahora toca demostrar qué sucede cuando se apuesta por la cooperación. No se trata de mirarse con nostalgia ni con temor, sino con ambición y propósito. Porque el futuro no se espera: se construye. Y en este lado del Mediterráneo, se construye juntos o no será.

(Publicado por Rue 20 Español)

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