El joven fiscal se ha convertido en el blanco preferido de las organizaciones sociales que reclaman justicia en la causa Curuguaty. Razones para cuestionar su actuación como instructor y responsable de la investigación no les faltan.

Rachid no solo ocultó pruebas, sino que desde el primer día repitió que los campesinos eran los responsables de la Masacre violando un derecho fundamental como el de presunción de inocencia.

Recusado el miércoles por la defensa, Jalil Rachid llegó al juzgado de Coronel Oviedo alrededor de las ocho y cuarto, fuertemente custodiado y acompañado por sus colegas Juliana Giménez y Francisco Ayala.

Por algunos minutos acaparó la atención de los fotógrafos que dispararon sus flashes sin parar sobre el controvertido agente.

Mientras esperaba el comienzo de la audiencia intercambio comentarios por lo bajo con la fiscala Gíménez y atendió varias veces su celular.

Aunque intentó mantener una apariencia imperturbable, su nerviosismo era inocultable.

Los ojos de Mariano Castro, padre de Adolfo, asesinado en la Masacre, y de Adalberto y Néstor, ambos acusados, ubicado justo detrás, le atravesaban la espalda.