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Rubén Villalba: “Nos dijeron que si no salíamos habría un desalojo salvaje, pero no les creímos”

Rubén Villalba dialogó en exclusivo con NOVA.

La mañana de la masacre, Ruben Villalba tomó mate con Carmelo Bogado. Hablaron de los proyectos que cada uno tenía para cuando el Indert tomara posesión de la tierra y la repartiera entre los ocupantes y se rieron cuando un grupo de jóvenes improvisó unos tambores con unos bidones vacíos y comenzó a cantar festejando por anticipado el éxito de la ocupación.

-Sabíamos de la orden de desalojo, pero Pindú (Espíndola, líder del grupo) creía que todo era un “Vyrorei”. Hasta dejamos el desayuno preparado para después del operativo -relata Villalba.

NOVA-¿Jamás pensaron que podía pasar lo que pasó?

-Jamás. Pero cuatro días antes de la masacre, el Jefe de Orden y Seguridad (Miguel Anoni) nos llamó: “Preparen su gente y salgan porque yo estoy listo para entrar. Va a haber desalojo. Tengo treinta ambulancias preparadas para ustedes” nos dijo. No le creímos- dice Villalba, que hace silencio y mira el piso de lado.

Es casi mediodía en la cárcel de Tacumbú, ese lugar que con resignado romanticismo Silvio Ferreira (el ex ministro de Justicia y Trabajo, condenado por sobrefacturación) definirá en un rato cuando pase a saludarlo como “un gran mercado guasú”.

Domingo Laino, hombre que tiene acceso libre a todas cáceles del país, escucha y hace las veces de traductor cuando Villalba no encuentra palabras en castellano para contar lo que vivió el último 15 de junio.

-Todos pensamos que querían asustarnos. Pero nos dimos cuenta que algo podía pasar cuando alguna gente fue al centro de salud a buscar remedios y vio que la amenaza era cierta, todo estaba preparado.

Villalba habla pausado. Golpea la mesa con la punta de los dedos apiñados cada vez que suelta una palabra.

-Días antes, recibimos la visita de una pequeña delegación del Ministerio del Interior. Al frente estaba un tal Cousirat y el comisario Gauto. Nos exigieron que saliéramos de esa propiedad porque era de Riquelme y nunca íbamos a recuperarla.

“¿Por qué no van a vender caramelos a los colectivos en Calle Última en vez de invadir inmueble ajeno?” afirma que les dijo el funcionario público en un tono imperante.

-La gente se enojo, y quiso atropellarle, pero yo intervine para que se calmaran.

(Este hecho –frase incluida- fue relatado tal cuál por Néstor Castro Benítez, detenido con el que Villalba no tuvo contacto tras la masacre)

Otra que contribuyó -siempre según el relato de Villalba- a empeorar la situación fue la gobernadora Christina Villalba.

-La gobernadora nos decía que saliéramos, porque de lo contrario habría un desalojo salvaje.

Asegura que cada vez que dialogaban con algún funcionario público exigían lo mismo: el título de propiedad que Blas N. Riquelme decía tener pero que nunca exhibió.

-Cuando vimos llegar tanta policía sin la fiscala supimos que algo iba a pasar. Nos pusimos muy nerviosos, sobre todo Luis (Paredes), Fermín (Paredes) y Pindú.

Los ojos se le llenan de lágrimas al nombrar a sus amigos fallecidos.

Confiesa que tuvo miedo y que pensó en la muerte, pero niega rotundamente que hubiesen ido dispuestos a resistir el desalojo.

NOVA-¿Prepararon una emboscada?

-Pero ¿cómo alguien puede pensar que nos íbamos a enfrentar nosotros, que apenas teníamos dos o tres tiros, con todos esos policías? ¿De qué emboscada hablan? Si hubiésemos querido emboscarlos los habríamos esperado en el monte no en el camino y a campo abierto. (Suena lógico, aunque habrá que ver si Rachid lo entiende)

Villalba dice que iba desarmado, que Erven Lovera llevaba un gas pimienta que tiró en medio de la discusión, que él y su grupo trataron de conversar pero que la policía se negó, que Lovera en un momento dice “basta de conversar, vamos a accionar”, qué él recibió un disparo que le rozó la frente, que corrió a un yuyal, que cayó desvanecido.

Otra vez mira el suelo. Otra vez parece quebrarse. En este punto de la entrevista, Rubén Villalba está lejos de ser ese revolucionario comunista firme y determinado que describe un anónimo a la policía. Un anónimo que mágicamente desapareció del campamento dos días antes de la masacre y ofreció el único testimonio que pone a Villalba a la altura del hombre del que la fiscalía y algunos medios hablan.

NOVA-¿Qué hiciste después de huir?

-Me quedé escondido en el monte con otros dos compañeros hasta que pude acercarme a un lugar donde curaron mi herida. Cuando me recuperé empecé a trabajar con un señor que hacia carbón. Además cazaba y pescaba.

NOVA-¿Nunca pensaste un irte más lejos?

-¿Adónde iba a ir? Pensé en esconderme en el monte pero ¿qué iba a hacer yo ahí? Me iba a morir.

Este hombre, de baja estatura, robusto y de tez oscura es oriundo de Quyquyhó, pero se mudó a Yasy Kañy por un problema que prefiere no mencionar. Se define como agricultor y motosierrista. Conoció a Pindú a través de un amigo que lo invitó a participar de la ocupación de otro predio cercano a Marina Cué hace algunos años.

Está afiliado al Partido Comunista y pertenece al Movimiento Agrario del Paraguay. No forma parte de la Liga de Carperos que lidera José Rodríguez y niega rotundamente haber sido parte en algún momento del partido Patria Libre, como algunos mencionaron. Tampoco tuvo nunca vínculos con el EPP ni es hermano ni pariente de Carmen Villalba.

El abogado Aitor Martínez Jiménez nos había comentado que al momento de mostrarle la famosa fotografía en que se lo ve supuestamente vestido de rojo apuntándole un arma al subcomisario Lovera, Villalba no se reconoció.

-Ese no soy yo, yo estaba de verde claro, al lado de Pindú.

En esta entrevista, Villalba repitió eso.

Aunque en un principio, la captura de Villalba fue considerada clave por la fiscalía, para elaborar el informe con las conclusiones de la investigación que se ofreció el último martes, no se espero a que declarara.

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