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Crónicas de la frontera: gendarmes y "bagayeras"

Los pasos clandestinos se construyen con pallets y madera.

Por José Maria Quevedo

Lucia la tiene clarisima. Avanza con paso rápido y seguro por las polvorientas calles de Puerto Elsa hasta el paso clandestino “que hoy está habilitado”.

“La gente nos avisa si se puede pasar y venimos” me comenta. Ella cruza apara comprar carne. Media res que reparte entre sus familiares y vecinos.

Como ella son cientos los que todos los días llegan desde Asunción para comprar huevos, aceite, verduras, nafta, lo que sea porque del lado argentino todo es más barato.

Cuando llegamos al paso nos dicen que hay que esperar. Gendarmes argentinos de civil montan guardia del otro lado.

“Ayer agarraron a 40” nos dicen. Según los comentarios fue después que “Vierci” mandase a periodistas de su canal a “escrachar” a quienes “le perjudican el negocio”. (Vierci es uno de los importadores más importantes del Paraguay y siempre tiene una cámara lista para registrar imágenes que luego difundirá en alguno de sus canales para obligar a que Argentina y Paraguay ajusten los controles siempre laxos de la frontera).

El administrador del paso nos pide que nos escondamos así los gendarmes se van.

Si, cada paso tiene un administrador. Son 15 mil guaraníes (2 dólares) y somos cerca de cien. Un millón y medio en menos de 2 minutos. Negocio de los gendarmes.

Una vez del lado argentino Lucia me acompaña hasta un mototaxi. “Llevale a él por favor hasta la terminal” le indica. Lo hace sin detenerse, manteniendo ese paso firme y decidido que ya es una característica para mi.

Mi chofer conduce algo así como lo que queda de lo que alguna vez fue una scooter. Ese resto de moto es para él su medio de vida.

El viaje me costará otros 15 mil, tarifa standard de cualquier servicio al margen de la ley.

En Clorinda no hay una terminal central. La empresas de buses tienen sus agencias a lo largo de la ancha e interminable Avenida España, una calle donde el sol castiga implacable a quienes la transitan pasada las diez.

La revolución de las "bagayeras"

Las bagayeras prefieren las calzas, suelen tener mas de 30, son mayormente pulposas y lucen sus pechos sin complejos. Hasta los usan de monedero.

Fabiola recibe, abre y cierra encomiendas de manera mecánica. En ese caos de cajas y envoltorios se maneja como un Seal en medio de una misión.

Los productos que compra por encargue en el Mercado 4 los vende a mayoristas de “Resi” (Resistencia). Le aplica un 50% para terminar ganando un 30%. Todos los días. Los 365 días. Fabiola tiene una “socia”: Ana. Ana no se separa ni un segundo de su cartera negra con la iniciales LW de la que saca billetes de cien pesos que cuenta sin parar cada 10 minutos.

No voy a revelar el esquema que usan, pero puedo decirles que está perfectamente ajustado y “aceitado”.

Remember: estamos del lado argentino. Un país donde los nacionales para volver deben completar más papeles que los alemanes orientales para cruzar el muro antes de que lo tiraran.

El mundo y las sociedades son mucho más complejas de lo que cuatro ministros y sus asesores con títulos y especialidades creen. Los gobiernos deben trabajar para facilitar las cosas, no para complicarlas; para generar condiciones donde esas personas que quieren mejorar su vida, lo hagan. Explíquenme como administraciones que hablan de “Patria Grande” ponen 250 mil trabas para cruzar una frontera que, según su propio discurso, no debería existir.

Mientras los “intelectuales” de café y claustros sordos teorizan sobre la revolución, Fabiola y Ana la hacen. Cada día joden al sistema con decisión y creatividad.

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