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Especial de NOVA

Curuguaty, 10 años: los testimonios que cambiaron la historia

Domingo Laino conversa con el menor Richard Barrios en el correccional "El Sembrador de Villarrica (Julio de 2012).

Por José Maria Quevedo

NOVA fue el primer medio que se acercó a los ocupantes detenidos tras la masacre para conocer su versión de lo sucedido. Su voces, hasta ese momento silenciadas, permitieron al equipo liderado por el Dr Domingo Laino, el jurista español Aitor Martínez Jiménez y el periodista argentino, José Maria Quevedo, elaborar un informe que cambió por completo la perspectiva respecto a lo acontecido aquel trágico 15 de junio de 2012. El trabajo sirvió de la PEICC sirvió además de base para la defensa de los acusados en Paraguay y su posterior demanda contra el Estado ante la CIDH.

Al cumplirse 10 años de la masacre, compartimos las entrevistas hechas por Domingo Laino y José Maria Quevedo entre julio y setiembre de 2012 y que fueron publicadas en NOVA.

Entrevista a Richard Barrios, menor detenido en correccional de Villarrica (27/7/2012)

Imputados exigen respuestas

Menor detenido denuncia ejecuciones y torturas durante Masacre de Curuguaty

“Richard” sueña todas las noches con la masacre. Sus manos no dejan de temblar mientras cuenta lo que vivió la mañana del 15 de junio de 2012 en la colonia Yby Pyta, Curuguaty. La visita a unos amigos que se encontraban reclamando las tierras que hoy explota la empresa Campos Morombí se convirtió en una pesadilla que parece no terminar nunca.

La justicia implacable

Durante el mes y medio que lleva recluido en el correccional “El Sembrador” de Villarrica vió apenas una vez a su mamá.

El juez de la causa, José Benítez, acaba de denegar el pedido de las abogadas que lo defienden de otorgarle medidas socio-educativas (libertad asistida, guarda familiar) que le permitirían entender que es lo que sucedió y de que se lo acusa.

El “implacable” fiscal Jalil Amir Rachid (que pasado un mes y medio de la masacre no aportó una sola prueba contra los imputados) fundó su oposición a la medida alegando la gravedad de los hechos suscitados.

Entonces él, que pasó por Yby Pyta a visitar unos amigos y de repente tuvo que empezar a correr para que las balas no lo alcanzaran, deberá permanecer recluido cuatro meses más, mientras los investigadores buscan pruebas en su contra.

“Vamos a matarle”

Según el relato de “Richard”, la totalidad de campesinos que se encontraba la fatídica mañana en Campos Morombí, “salió al camino” con la intención de dialogar con la policía que rodeo el grupo estableciendo un “corralito”.

El primer disparo lo efectuó un dirigente campesino “pero al aire” dice “Richard”. Inmediatamente, se desató la balacera. El primer muerto fue un ocupante (Richard dice que fue Rubén Villalba, aunque debe confundirse con Abelino Espínola “Pindó”). Corrió pero la policía lo alcanzó. Levantó los brazos y se tiró al suelo. Lo mismo hizo otro campesino que escapó con él, pero sin la misma suerte. Un policía lo ejecutó disparándole a no más de dos metros de distancia. El ocupante estaba desarmado. Le dijeron que no mirara sino quería que le pasara lo mismo. Por su puesto, Richard agachó la cabeza y no miró más. Pero siguió escuchando disparos y gritos de agonía.

Antes de bajar la cabeza observó como desde el helicóptero (que iba y venia del casco de la estancia de Blas N. Riquelme) tiraban gases incendiarios que quemaban los pastizales.

Pasado un rato, lo subieron a una patrullera junto a otros ocho compañeros.

-Vamos a matarle- escuchó que le decía un uniformado a otro, que más frío le respondió:

-No lo vamos a matar, vamos a llevarlo al Calabozo para que nos diga donde están los otros

En el calabozo de la Comisaria de Curuguaty, “Richard”, de 15 años, que cursa el 8vo grado en la Escuela Agrícola de Curuguaty, fue interrogado bajo tortura.

Le dieron puñetazos y patadas en la cabeza y el cuerpo. Recibió culatazos de pistola en la frente y acabó en el hospital con tres costillas rotas. Allí pasó tres días hasta ser dado de alta y derivado al correccional de Villarrica.

Mientras era golpeado, los uniformados le preguntaban donde estaba el resto de los campesinos, quienes eran, donde vivían. “Richard” asegura que entre los interrogados había heridos que eran trasladados por orden policial del hospital al calabozo para ser indagados.

Hoy, este chico de 15 años, que pasó por Morombí a visitar unos amigos, que fue interrogado bajo tortura y estuvo a punto de ser ejecutado, está imputado por los delitos de homicidio doloso, homicidio en grado de tentativa, lesión grave, coacción, asociación criminal e invasión de inmueble ajeno.

(x) Esta entrevista fue realizada el 26 de julio en el correccional “El Sembrador” de Villarrica por un cronista de NOVA, el periodista local Oscar Aguayo y el ex candidato presidencial Domingo Laino.

http://www.novaparaguay.com/nota.asp?n=2012_7_27&id=18675&id_tiponota=4

Entrevista a los detenidos en Coronel Oviedo (31/8/2012)

Masacre de Curuguaty

La versión de los detenidos

Alicia Aguero ve la foto de su hermano muerto entre los pastizales y se larga a llorar. Aunque no disparó un solo tiro, no estaba armada y reclamaba lo que hoy el Estado reconoce son tierras públicas, está presa desde hace dos meses en la cárcel de Coronel Oviedo acusada de Homicidio Doloso, Coacción e Invasión de Inmueble Ajeno.

Alicia cuenta que estaba en Marina Cué porque sus hermanos le pidieron que no los dejara solos, y que la fatídica mañana el grupo campesino fue al encuentro de los policías con la intención de hablar “no a disparar o violentar”.

Dice que segundos antes de la balacera “un señor” le dio a su hijo “para que le atendiera”. El señor era Adolfo Castro (x).

“Los policías venían desde el frente y desde atrás” relata.

Cuando empieza el tiroteo, tira la criatura en un yuyal y se arroja encima para protegerla. En ese momento recibe un disparo en su pierna izquierda.

Alicia pudo ver como los policías perseguían a los campesinos que huían entre los pastizales disparando a mansalva e indiscriminadamente.

Una vez capturada, los uniformados comenzaron a interrogarla. Estaba herida y tenía una criatura en brazos, pero eso no pareció importarles.

Sin obtener ningún resultado, la llevaron detenida. Rumbo a la patrullera pudo comprobar la indiferencia policial ante los cuerpos de campesinos muertos que yacían tirados a la vera del camino.

Esta chica, que apenas supera los veinte años, asegura que no había infiltrados en el grupo de campesinos, que las armas que tenían sirven solamente para cazar animales y que no fueron sus líderes los que iniciaron la balacera.

Felipe Urbina dice haber llegado a Marina Cué a eso de las 11 de la mañana cuando “ya había pasado la guerra”. Quería ayudar a los heridos. Cuando vio que Arnaldo Quintana, con el estómago abierto por el disparo de una automática, se arrastraba tratando de cruzar un alambrado, no dudó en auxiliarlo. De inmediato, la policía se abalanzó sobre ellos.

Los efectivos lo rociaron con un gas que le quemó el cuerpo. Mientras lo pateaban en el suelo, intentaban que respondiera preguntas para las que Felipe aun hoy no tiene respuestas.

La oportuna aparición de un reportero gráfico obligó a los policías a detener el castigo. Le quitaron los documentos y lo subieron a una camioneta. La paliza lo mantuvo tres días en el hospital donde lo sometieron a constantes interrogatorios.

-“Vamos a matar a tu familia si no hablas” asegura que le decían.

El domingo no aguantó más y se largó a llorar. El acoso policial era insoportable.

El informe médico de Felipe Urbina dice que las heridas no son producto ni del gas ni de los golpes, sino del impacto de las balas de goma. Lo redactó el mismo profesional que autorizó a los uniformados interrogarlo mientras estaba convaleciente.

Las palabras se atropellan en su boca. Está claro que es la primera vez que alguien escucha con atención su relato y entonces comprende que es su oportunidad de decir la verdad, su verdad, una muy diferentes a la que todos repiten.

Dice que quiere paz entre los paraguayos; que no haya nunca más otro Curuguaty; que desea que se sepa la verdad.

Nos invita a su casa para que sepamos quien es, como vive y que conozcamos a su familia.

“No soy ningún delincuente, fui al lugar como miembro de la sociedad a rescatar personas heridas”.

Arnaldo Quintana, quien quizás le debe la vida, asiente.

El joven al que Urbina auxilio escucha atento el relato. Tampoco tiene más de veinte años. Como todos los campesinos que ocupaban el lugar, salió al encuentro de la comitiva policial con la premisa de dialogar, tal como habían acordado hacer en la reunión previa que mantuvieron todos los ocupantes. (Rubén Villalba y Avelino Espindola incluidos)

Al dirigirse hacia la comitiva, advirtieron que la policía avanzaba tanto al frente como a sus espaldas, estableciendo una especie de corralito sobre ellos.

De repente, escuchó un disparo detrás suyo. Quintana salió corriendo como el resto de los campesinos. La policía comenzó a dispararles. Lo hirieron pero logra escapar. Estaba desarmado.

“Queríamos hablar, pero ellos no quisieron hablar” sentencia Arnaldo.

Coincidencias

Todos los detenidos coinciden en que nunca se planteó la idea de resistir el desalojo, que la policía no fue emboscada y que, por el contrario, fueron los uniformados los que rodearon al grupo campesino.

Coinciden también en señalar que a los pocos segundos de escuchar un primer tiro se desató la balacera, pero que no saben de donde vinieron ni quienes efectuaron los primeros disparos.

Estos testimonios coinciden con el de “Richard”, el menor que permanece detenido en el correccional de Villarrica, con el que estos campesinos jamás tuvieron contacto tras la masacre.

Aunque al principio se mostraron temerosos, los detenidos terminaron dando detalles que contradicen abiertamente la versión “oficial” de lo ocurrido. Casi desesperados, nos pidieron que contemos lo que vivieron. Saben que nadie los escucha y quizás esta sea la única oportunidad que tengan de decir su verdad.

(X) Adolfo Castro murió en la masacre

http://www.novaparaguay.com/nota.asp?n=2012_8_31&id=18806&id_tiponota=11

Entrevista al dirigente Leonor Rivas (5/9/2012)

Leonor Rivas, dirigente campesino

Diario de una ocupación que terminó en Masacre

Leonor Rivas fue el líder de los campesinos que ocuparon Marina Cué hasta enero de 2012. Habla un guaraní cerrado que a veces cuesta entender. Compartió calabozo con Avelino Espínola “Pindú” en la cárcel de Coronel Oviedo y organizo con él la ocupación que terminó con la masacre.

Según sus palabras, la aparición de Rubén Villalba y su influyente liderazgo hizo que “Pindú” lo marginara del grupo.

Un mes antes de la matanza, fue remplazado como presidente de la Comisión Vecinal. La decisión fue tomada por una asamblea en la que Villalba impuso a su candidato Adolfo Castro (es Néstor Catro). Desde ese día, no fue más a Marina Cué.

Rivas asegura que tanto Villalba como “Pindu” no querían que la cantidad de personas censadas (es decir que recibirían tierras) fueran más de 150, lo que representaba 10 hectáreas por cada ocupante. Sin embargo, el número de campesinos que se mantuvieron junto a Villalba y Espínola durante la ocupación nunca superó los cincuenta.

En su momento, su Comisión llegó a tener 2.864 censados. Sufrió dos desalojos, uno en diciembre de 2011 y otro en enero de 2012. En el primero el responsable de la ejecución fue el jefe de policía de Saltos del Guairá. “Gauto es su apellido” dice Rivas.

Antes del procedimiento, el jefe policial le pidió permiso para entrar y revisar el asentamiento. Asegura que las fuerzas del orden sabían perfectamente la cantidad de personas y escopetas que poseían. “Doscientas, para cazar animales” dice Rivas. La fiscala encargada de ese procedimiento como de todos los que tuvieron que ver con tierras explotadas por Blas Riquelme fue Ninfa Aguilar.

Tras este, comenzaron las imputaciones masivas que desencadenaron en la protesta de enero frente a la fiscalía y la orden de captura para 34 dirigentes.

“La gobernadora (Cristina Villalba) ofreció 5 millones de guaraníes por la cabeza de cada uno de nosotros” afirma. El incentivo dio resultados. Policías de civil detuvieron a la mayoría de los imputados. Entre ellos a él y Avelino Espínola “Pindú”.

En la última ocupación, Rivas y Espínola se habían establecido de manera paralela en diferentes parcelas de Marina Cué. Durante su estadía en la cárcel de Oviedo decidieron actuar de forma conjunta pero no terminaron de ponerse de acuerdo en la cantidad de personas que participarían de la nueva ocupación; “Pindú” quería limitar el número a 150; Rivas no quería límite.

Los grupos de “Pindú” y Rivas mantuvieron dos reuniones en el km 1.500, frente a Campos Morombí sin llegar a un acuerdo. En el tercer encuentro aparece junto a Espínola por primera vez Rubén Villalba. Finalmente deciden el ingreso, pero una fuerte lluvia obliga a que lo suspendan. Pasan 45 días.

“Pindú, yo y 45 personas más, nos dirigimos rumbo a la barranca, pero somos interceptados por dos patrulleras comandadas por el jefe de seguridad de Blas Riquelme, un tal Karajallo”. Eran pocos y deciden retirarse. Villalba no participa de este intento. “Pindú” se queda con su grupo a la vera de la ruta y el vuelve a Curuguaty. Necesitaba juntar más gente.

Mientras “Pindú” mantenía la presión cerca del predio, Rivas trataba de reclutar más gente en Curuguaty. “En un momento dado, Pindú me dice que quiere entrar, yo le digo que entre”. Faltaban dos meses para el fatídico 15 de junio.

Villalba, el líder

A mediados de mayo, Rivas se presentó ante Pindú en Marina Cué. Para su sorpresa ya no era este quien lleva lo voz cantante sino Rubén Villalba. “Pindú ya no participaba tanto-dice- Villaba insistió en que se debía reestructurar la Comisión y propuso a Adolfo Castro (Néstor Castro) como presidente porque “Pindú” y yo teníamos antecedentes”.

En esa ocasión constata que el número de ocupantes no supera los 45, mujeres y niños incluidos. Según su relato, el liderazgo de Villalba estableció un sistema demasiado rígido. “El que salía no volvía a entrar”. Fue la última vez que estuvo en Marina Cué.

Siempre según lo relatado por Rivas, el representante del Ministerio del Interior Elvio Cousirat, se reunió con los ocupantes de Marina Cué tres días antes de la masacre para advertirles que lo mejor era que abandonaran el lugar, pero estos no le hicieron caso. Asegura también que Castro, Espínola y Villalba recibían apoyo del dirigente colorado Julio Colman y su equipo. “El los utilizó” afirma.

El dirigente revela que cada finca explotada por Riquelme tiene su equipo de seguridad integrado por alrededor de diez “matones” equipados con armas automáticas que reciben apoyo constante de la policía del lugar. Consultado por la posibilidad de que quién reivindica la tierra como propia no conociese la existencia de una plantación de cuarenta hectáreas de marihuana, Rivas se ríe antes de asegurar que eso “es imposible”.

http://novaparaguay.com/nota.asp?n=2012_9_5&id=18857&id_tiponota=4

Entrevista a Ruben Villalba (4/10/2012)

Exclusivo NOVA

Rubén Villalba: “Nos dijeron que si no salíamos habría un desalojo salvaje, pero no les creímos”

La mañana de la masacre, Ruben Villalba tomó mate con Carmelo Bogado. Hablaron de los proyectos que cada uno tenía para cuando el Indert tomara posesión de la tierra y la repartiera entre los ocupantes y se rieron cuando un grupo de jóvenes improvisó unos tambores con unos bidones vacíos y comenzó a cantar festejando por anticipado el éxito de la ocupación.

-Sabíamos de la orden de desalojo, pero Pindú (Espíndola, líder del grupo) creía que todo era un “Vyrorei”. Hasta dejamos el desayuno preparado para después del operativo -relata Villalba.

NOVA-¿Jamás pensaron que podía pasar lo que pasó?

-Jamás. Pero cuatro días antes de la masacre, el Jefe de Orden y Seguridad (Miguel Anoni) nos llamó: “Preparen su gente y salgan porque yo estoy listo para entrar. Va a haber desalojo. Tengo treinta ambulancias preparadas para ustedes” nos dijo. No le creímos- dice Villalba, que hace silencio y mira el piso de lado.

Es casi mediodía en la cárcel de Tacumbú, ese lugar que con resignado romanticismo Silvio Ferreira (el ex ministro de Justicia y Trabajo, condenado por sobrefacturación) definirá en un rato cuando pase a saludarlo como “un gran mercado guasú”.

Domingo Laino, hombre que tiene acceso libre a todas cáceles del país, escucha y hace las veces de traductor cuando Villalba no encuentra palabras en castellano para contar lo que vivió el último 15 de junio.

-Todos pensamos que querían asustarnos. Pero nos dimos cuenta que algo podía pasar cuando alguna gente fue al centro de salud a buscar remedios y vio que la amenaza era cierta, todo estaba preparado.

Villalba habla pausado. Golpea la mesa con la punta de los dedos apiñados cada vez que suelta una palabra.

-Días antes, recibimos la visita de una pequeña delegación del Ministerio del Interior. Al frente estaba un tal Cousirat y el comisario Gauto. Nos exigieron que saliéramos de esa propiedad porque era de Riquelme y nunca íbamos a recuperarla.

“¿Por qué no van a vender caramelos a los colectivos en Calle Última en vez de invadir inmueble ajeno?” afirma que les dijo el funcionario público en un tono imperante.

-La gente se enojo, y quiso atropellarle, pero yo intervine para que se calmaran.

(Este hecho –frase incluida- fue relatado tal cuál por Néstor Castro Benítez, detenido con el que Villalba no tuvo contacto tras la masacre)

Otra que contribuyó -siempre según el relato de Villalba- a empeorar la situación fue la gobernadora Christina Villalba.

-La gobernadora nos decía que saliéramos, porque de lo contrario habría un desalojo salvaje.

Asegura que cada vez que dialogaban con algún funcionario público exigían lo mismo: el título de propiedad que Blas N. Riquelme decía tener pero que nunca exhibió.

-Cuando vimos llegar tanta policía sin la fiscala supimos que algo iba a pasar. Nos pusimos muy nerviosos, sobre todo Luis (Paredes), Fermín (Paredes) y Pindú.

Los ojos se le llenan de lágrimas al nombrar a sus amigos fallecidos.

Confiesa que tuvo miedo y que pensó en la muerte, pero niega rotundamente que hubiesen ido dispuestos a resistir el desalojo.

NOVA-¿Prepararon una emboscada?

-Pero ¿cómo alguien puede pensar que nos íbamos a enfrentar nosotros, que apenas teníamos dos o tres tiros, con todos esos policías? ¿De qué emboscada hablan? Si hubiésemos querido emboscarlos los habríamos esperado en el monte no en el camino y a campo abierto. (Suena lógico, aunque habrá que ver si Rachid lo entiende)

Villalba dice que iba desarmado, que Erven Lovera llevaba un gas pimienta que tiró en medio de la discusión, que él y su grupo trataron de conversar pero que la policía se negó, que Lovera en un momento dice “basta de conversar, vamos a accionar”, qué él recibió un disparo que le rozó la frente, que corrió a un yuyal, que cayó desvanecido.

Otra vez mira el suelo. Otra vez parece quebrarse. En este punto de la entrevista, Rubén Villalba está lejos de ser ese revolucionario comunista firme y determinado que describe un anónimo a la policía. Un anónimo que mágicamente desapareció del campamento dos días antes de la masacre y ofreció el único testimonio que pone a Villalba a la altura del hombre del que la fiscalía y algunos medios hablan.

NOVA-¿Qué hiciste después de huir?

-Me quedé escondido en el monte con otros dos compañeros hasta que pude acercarme a un lugar donde curaron mi herida. Cuando me recuperé empecé a trabajar con un señor que hacia carbón. Además cazaba y pescaba.

NOVA-¿Nunca pensaste un irte más lejos?

-¿Adónde iba a ir? Pensé en esconderme en el monte pero ¿qué iba a hacer yo ahí? Me iba a morir.

Este hombre, de baja estatura, robusto y de tez oscura es oriundo de Quyquyhó, pero se mudó a Yasy Kañy por un problema que prefiere no mencionar. Se define como agricultor y motosierrista. Conoció a Pindú a través de un amigo que lo invitó a participar de la ocupación de otro predio cercano a Marina Cué hace algunos años.

Está afiliado al Partido Comunista y pertenece al Movimiento Agrario del Paraguay. No forma parte de la Liga de Carperos que lidera José Rodríguez y niega rotundamente haber sido parte en algún momento del partido Patria Libre, como algunos mencionaron. Tampoco tuvo nunca vínculos con el EPP ni es hermano ni pariente de Carmen Villalba.

El abogado Aitor Martínez Jiménez nos había comentado que al momento de mostrarle la famosa fotografía en que se lo ve supuestamente vestido de rojo apuntándole un arma al subcomisario Lovera, Villalba no se reconoció.

-Ese no soy yo, yo estaba de verde claro, al lado de Pindú.

En esta entrevista, Villalba repitió eso.

Aunque en un principio, la captura de Villalba fue considerada clave por la fiscalía, para elaborar el informe con las conclusiones de la investigación que se ofreció el último martes, no se espero a que declarara.

http://www.novaparaguay.com/nota.asp?n=2012_10_4&id=18982&id_tiponota=4

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